El paso de la pandemia ha reconfigurado la dinámica laboral de las empresas. Hay un antes y un después en las formas de trabajo, la conexión y el vínculo entre los integrantes de una compañía, lo que impacta de forma directa en la configuración de los espacios donde se desenvuelven estas comunidades.
Sin embargo, las repercusiones de este impacto no han sido lineales en ningún lugar del planeta. Mientras que algunas multinacionales se convirtieron al teletrabajo, prescindiendo de sus oficinas físicas, otras no paran de invertir en metros cuadrados de innovación para renovar el compromiso con sus colaboradores y potenciar la cultura organizacional.
Qué es innovador para una organización resulta un concepto amplísimo, que a su vez se acota dentro de ciertos márgenes que no solamente están vinculados al factor tecnológico. Tiene que ver con crear espacios creativos en los que la tecnología dialogue con el confort, el diseño, la productividad y la sustentabilidad, entre otros.
El nuevo espacio de co-work de BASF es un ejemplo reciente y concreto que reúne e integra todos estos conceptos. El espacio que inauguró la multinacional química instalada en Uruguay, abrió las puertas de un nuevo pabellón anexo a la torre IV del World Trade Center hace exactamente un año.
El proyecto de diseño del nuevo local estuvo a cargo del estudio LGD Arquitectos e incluye dos niveles (además de otros ocho que posee la firma en la Torre Principal) de estructuras y sistemas que se alinean con los estándares de certificación LEED (Liderazgo en Energía y Diseño Ambiental, por sus siglas en inglés), destacándose entre otras facilidades, el uso de paneles solares que abastecen de energía a las oficinas y un diseño de iluminación que regula por sí mismo la intensidad de la luz mientras transcurre el día.
La sensación inmediata que evoca el lugar es de invitar a quedarse, en un lugar que promueve la integración visual y física de la gente, con instalaciones modernas y versátiles, y un look & feel de calidez singular.
Específicamente, en cuanto al proyecto lumínico, fue suministrado por Lyte, se trabajó con el Ing. Juan Carlos Fabra en el diseño y con la empresa griega Bright como proveedor de luminarias.
La mayor particularidad de este sistema es que las luminarias van cambiando de color acompañando el ritmo de la iluminación natural, lo que se traduce en importantes beneficios para los trabajadores, ya que se acompaña el ciclo circadiano, además de suponer grandes ventajas para la vegetación natural en los espacios interiores.
En una recorrida por sus instalaciones, conversamos con Fiorella Ferrari, encargada de proyectos de BASF Services Americas, y el equipo de LGD Arquitectos sobre las claves de diseño y eficiencia que comienzan a modelar el futuro del trabajo.
¿En qué contexto se da la creación de este nuevo espacio?
(F.F.) – Hace dos años y medio que empezamos con esta idea, éramos 450 personas distribuidas en ocho pisos. Junto con la pandemia y la instalación del concepto de trabajo híbrido, se nos presenta uno de los proyectos de transformación más grande que hemos tenido. Éste implicaba un crecimiento bastante grande y rápido. En ese momento comenzamos a tener esa conversación acerca de cómo hacer para crecer y a su vez brindar espacios adecuados al contexto. Replicar ocho pisos más, nunca fue una opción. El híbrido venía para quedarse y nos dimos cuenta que cada vez que se venía a la oficina no era para estar en una llamada, sino más bien para tener reuniones de equipo. También empezamos a tener equipos mucho más grandes. Antes eran en promedio de 12 personas y ahora algunos llegan a las 30, por lo que no entraban en una sala convencional. Nos pasábamos alquilando espacios más grandes, ya sea dentro de la misma torre o en el hotel en frente.
¿Esa escalabilidad de los equipos tiene que ver con que trabajan para otros países?
(F.F.) – Nosotros trabajamos 100% para afuera. Somos un hub regional que brindamos servicios de finanzas, compras, logística, recursos humanos, comunicación, seguridad y calidad, a todas las compañías BASF de América.
Surge entonces la necesidad de adaptarse a estas nuevas configuraciones de trabajo que dejó la pandemia…
(F.F.) – Así es. Empezamos a ver la necesidad de crecer, no en puestos individuales de trabajo, sino en espacios que potencien la colaboración y la integración. El punto de partida fue preguntarnos cómo impulsar la cultura de la organización, incentivando que la gente se cruce e interactúe. Sabíamos, por ejemplo, que queríamos un comedor más grande que no se usara únicamente de 12 a 14 horas, sino que oficiara de punto de encuentro. Todo esto se lo íbamos transmitiendo a los estudios que participaban de la licitación. A grandes rasgos los requerimientos eran: generar áreas de hasta 200 personas, salas para equipos más grandes, y que tanto la tecnología como la innovación y la sustentabilidad empezaran a formar parte de la cotidianeidad.
El resultado es este gran espacio de 700 metros cuadrados, con estaciones alternadas y una configuración que muta todo el tiempo porque los muebles son móviles.
¿Cómo se resolvió el tema iluminación?
(LGD) – Lo que más destaca es un sistema de control centralizado por WiFi y luminarias que acompañan el ciclo del sol modificando la temperatura de la luz, es decir, se sigue el ciclo circadiano. Reforzando este concepto, las cortinas están motorizadas para poder tener el control y hacer más eficiente la iluminación dentro del edificio, controlando a su vez la ganancia solar.
¿Cuál fue el desafío más grande para obtener la certificación LEED?
(LGD) – Que estamos operando en un edificio existente y los puntajes de LEED en general tienen mucho que ver con Instalaciones nuevas.
Después, desde el punto de vista de consumo por iluminación y agua, son pocas las intervenciones que se tienen que hacer. Si uno quisiera lograr certificaciones Platinum en LEED con sistemas un poco más complejos para estas condiciones, es decir en un edificio existente con sus sistemas generales y operativos.
(F.F.) Una desventaja que tuvimos al momento de tomar la decisión de certificarnos tuvo que ver con la huella de carbono que se genera a nivel de construcción. Si bien esta fue una obra súper ordenada, que podría haber aplicado, al hacerlo en el marco de una preexistencia, los puntos LEED, que básicamente son control de deshechos, no pudieron computar.
En otro orden, hay otros aspectos que forman parte de la cultura de BASF a nivel de diseño, que sumaron naturalmente, como el uso de materiales reciclados, vegetación natural, calidad de aire, etcétera.
Todas esas certificaciones implican costos adicionales que repercuten en la inversión inicial, ¿estaban contemplados como parte de este proceso?
(F.F.) – Nosotros nunca tomamos la certificación como un objetivo en sí mismo. La sustentabilidad es parte de nuestra estrategia corporativa y queríamos que el nuevo edificio estuviera alineado con esa filosofía. Después, nos dimos cuenta que todo ese compromiso con el medio ambiente era muy difícil de reflejar. Más allá de que sabíamos que muchas cosas nos podían jugar en contra, nos pareció que era posible tener el certificado y demostrar que estamos comprometidos con esta estrategia. Fue sobre todo, una oportunidad.
¿Ya tienen implementada la certificación en otras oficinas del mundo?
(F.F) – En Brasil sí, pero son sitios productivos más que oficinas. No es que sea una política que las oficinas tienen que ser certificadas LEED. Sí hay para los sitios productivos estrategias y políticas a nivel de impacto. Por eso no era un requerimiento nuestro per se, sino que formó parte una estrategia que estuvimos conversando, conociendo y aprovechando.
¿De ese proceso se encargaron ustedes?
(F.F.) – No, lo hicimos con la ayuda de una empresa argentina especializada, El asesor estuvo desde el día uno porque las planillas son complejas. Desde el punto de vista de movilidad, por ejemplo, incluimos la estación de carga de monopatines. Otra cuestión es la clasificación de basura, para lo que tenemos contratada una empresa que asegura la gestión consciente de residuos durante toda la cadena.
(LGD) – En cuanto a lo que refiere a diseño, apostamos a la innovación y la ergonomía, incluyendo sillas con tres o cuatro tipologías de alturas que garantizan el confort y mejora la postura. La biofilia tiene mucho peso. Esto no solo tiene que ver con incluir vegetación en el diseño, sino con evocar a la naturaleza a través de él. Optamos entonces por formas sinuosas y colores que formen parte del paisaje natural.
La innovación en el diseño es uno de los puntos de LEED. A nivel de materiales y técnicas, ¿cuáles dirían son los highlights?
(LGD) – Creo que lo más innovador es toda la tecnología de iluminación aplicada a la vegetación. Ese techo verde vivo está compuesto de una serie de soportes tubulares de pvc con nutrientes que debía ser iluminado de forma sostenible con tecnología Led, con intensidad y calidez adecuadas. Lo más distintivo tiene que ver con generar toda una atmósfera que incluye hasta sonido ambiental., incorporando materiales reciclados, atendiendo cuestiones de ergonomía, dándole lógica al conjunto. Por ejemplo el equipamiento no deja de ser de línea, resulta innovador en cómo se utiliza.
(F.F.) – Los espacios se intervinieron contemplando la diversidad y la necesidad como estímulo. Todos somos distintos, todos reaccionamos distinto a los estímulos, entonces sabemos que hay gente que puede venir acá y pasarla bárbaro y otros que necesitan concentrarse y tener su sala.
¿Creen que la tendencia tiende al intercambio de personas y funciones o más bien a la reducción de funciones y por ende de personas?
(F.F.) – Es una mezcla. Estamos en un contexto donde la dinámica es muy cambiante y lo más importante a nivel de la compañía es mantenernos flexibles y abiertos. Estos conceptos fueron claves a la hora de tener un espacio de colaboración como éste, ya que nos permite ir adaptándonos y ajustándonos según surjan nuevos proyectos y necesidades.
¿Cómo comenzaron con la puesta en marcha del proyecto?
(F.F.) – Empezamos en noviembre de 2020 y el espacio lo alquilamos en julio de 2021. Todo comenzó a nivel interno. Intentamos volver a entender nuestra forma de trabajo, en base a percepciones, ya que poco se conocía del trabajo híbrido. No había un estudio empírico de cómo funcionaría esta nueva modalidad. De a poco, habiendo pasado un año y medio, vamos confirmando algunas intuiciones, aunque es realmente ahora que empieza la evaluación. ¿Esto necesitan los equipos? ¿Debemos generar más salas de reuniones y menos puestos individuales? ¿Se necesitan espacios aún más abiertos? ¿Hay que agregar o quitar pisos? ¿Se debe venir más a la oficina o menos?
¿Cómo auditan todos esos temas?
(F.F.) – Mediante encuestas internas, focus groups. El proceso más difícil es el de filtrado porque la gente tiene una idea de lo que quiere, pero en general es aspiracional, que debe conciliarse con lo funcional. Así que, sin dudas, el desafío es seguir transitando un terreno que nadie conoce y que va a seguir cambiando, encontrar la ecuación que permita adaptarse a medida que se recorre el camino.
Los últimos estudios internacionales hablan mucho del exceso de estos espacios y de una posible consecuente pérdida de la productividad. Porque, en algún punto, la gente necesita una estructura. Resulta clave entender que todas las personas somos distintas y los espacios deben contemplar la necesidad de cada grupo.
Créditos fotográficos: Arq. Gabriela Pallares